"El futuro es incierto y el final siempre está cerca", Jim Morrison
La madrugada del sábado 3 de julio de 1971, Jim Morrison se levantó de la cama de su departamento en París, diciéndole a Pamela Courson, su compañera sentimental, que no se sentía bien y que tomaría una ducha para relajarse; serían las dos de la mañana. Tres horas más tarde, al notar que Morrison no había regresado a la cama, Courson se dirigió al baño a buscarlo, en donde lo encontraría reposando en la tina, con sus brazos extendidos a los costados de ésta, su larga cabellera húmeda echada hacia atrás de su cabeza y en su rostro un reflejo de tranquilidad y una gran sonrisa, una escena aparentemente normal, excepto porque el cuerpo del “rey lagarto” yacía ya sin vida, a sus tan sólo 27 años de edad. Era 1971, y para entonces el sueño utópico sesentero de paz y amor había terminado y la psicodelia había quedado atrás; para entonces, y en menos de dos años, otros tres iconos generacionales habían muerto sorpresivamente, también a los 27 años de edad: Brian Jones (2 de julio de 1969), Jimi Hendrix (18 de septiembre de 1970) y Janis Joplin (4 de octubre de 1970); para entonces The Beatles, en voz de Paul McCartney, habían anunciado su desintegración definitiva; para entonces, en junio, The Doors editaba su sexto disco de estudio, L.A. Woman, y su líder y cantante, Jim Morrison, partía a París en un viaje del que ya no regresaría. La muerte de Jim Morrison, el “poeta del caos”, el “rey lagarto”, dio paso al nacimiento del mito y la leyenda de una de las figuras más representativas de la cultura popular estadounidense, de la contracultura de los años 60 y del prototipo del rock star en su máxima expresión: talentoso, atractivo, de radiante personalidad, amante de los excesos y, con su muerte a temprana edad, héroe juvenil mitificado tanto por la generación de los años 60 como de las venideras. Treinta años han pasado y la figura de Morrison sigue siendo no sólo objeto de culto en el rock y sus huestes, sino también un rentable producto comercial que ya sea en libros, posters, fotografías, portadas de revistas o en reediciones de discos de The Doors sigue generando ganancias millonarias. Su clásica imagen con el torso desnudo, un delgado collar de piedrecillas rojas y blancas, la cabellera alborotada y su mirada profunda es tan popular como la imagen del Che Guevara o el símbolo del amor y la paz, en un fenómeno social que ha sido capaz de desafiar el tiempo, y que tres décadas después de su muerte sigue siendo motivo de recuerdo. Nacido en Melbourne, Florida el 8 de diciembre de 1943, Jim Morrison formó a The Doors en 1966 junto a Ray Manzarek (tecladista), John Densmore (baterista) y Robbie Krieger (guitarrista), en el condado de Venice Beach, California. Con un rock ácido, oscuro y espeso, con bases de jazz y blues, y textos que exponían el lado oscuro del alma humana, el grupo pronto se hizo de popularidad en la escena rockera de la costa oeste estadounidense (Los Ángeles y San Francisco), en donde contrastaba con el colorido y la ideología hippie de paz y amor que entonces pregonaban bandas como The Jefferson Airplane, The Greateful Dead y Love, entre otras. Además de su potente y singular propuesta musical, The Doors se catapultó de inmediato gracias a la extrovertida personalidad de Morrison y a su imponente presencia, que igual era idolatrada por hombres -por su aspecto y actitud rebelde, revolucionaria e ilimitada en cualquier sentido- como por mujeres -por su físico atractivo, que lo convertía en un símbolo sexual que no existía desde Elvis Presley. La imagen de Morrison siempre estuvo relacionada de alguna manera con lo sexual, ya fuera por su figura, por su actitud o por sus letras. Aficionado al cine (arte que estudió en la Universidad de California en Los Ángeles), a la filosofía (Friedrich Nietzche, William Blake) y a la poesía (Arthur Rimbaud, Charles Baudelaire), Morrison conjuntó estos gustos con la música para proyectarlos en sus canciones y sobre el escenario, creando una personalidad única que sería prototipo para muchos cantantes y rock stars en el futuro (Bono –U2-, Michael Hutchence -INXS-, Ian Astbury -The Cult-, Eddie Vedder –Pearl Jam, Scott Weiland -Stone Temple Pilots- Scott Stapp –Creed). Su voz, aunque no muy privilegiada, contaba con ese timbre grave que igual le permitía sonar introspectivo, provocador o seductor; igualmente, sus gemidos entre canciones o al final de estas son otro de sus sellos distintivos. The Doors fue el escaparate de Morrison para convertirse en rock star y, tras su muerte, en leyenda. Con el grupo grabó los discos The Doors, Strange Days, Waiting for The Sun, The Soft Parade, Morrison Hotel, Absoletly Live y L.A. Woman. De entre sus canciones más destacadas se encuentran “Break on Through (To the Other Side)”, “The Crystal Ship”, “The End”, “Strange Days”, Moonlight Drive”, “When The Music is Over”, “The Unknown Soldier”, “Wild Child”, “Rodhouse Blues”, “Riders on The Storm” y “L.A. Woman”. Curiosamente, los temas de The Doors que alcanzaron los primeros lugares de las listas de popularidad no fueron escritos por Morrison sino por Robbie Krieger, como lo fueron “Light my Fire”, “Hello, I Love You” y “Touch Me”. La poesía fue algo en lo que siempre estuvo vinculado Morrison. De hecho, su decisión de dejar a The Doors a principios de 1971 para irse a radicar a París fue en gran parte por el deseo de alejarse de su vida pública y de rock star y dedicarse a la poesía. En su trayectoria con The Doors, gran parte de las canciones de Morrison incluían líneas poéticas, o en específicos casos eran poemas que los Doors restantes musicalizaban, como lo fue el caso de “Horse Latitudes” y “The Celebration of The Lizard”. Pero también, a la par de su actividad con el grupo, Morrison editó dos libros de poesía: The Lords & The New Creatures (1970) y An American Prayer (1970), éste último del que Manzarek, Densmore y Krieger, posterior a la muerte de Morrison, retomaran algunos textos para musicalizarlos y editar un disco del mismo nombre. La poesía de Morrison está llena de metáforas poco convencionales que proyectan vivencias personales o experiencias con alucinógenos, y de pasajes extraños que, al igual que sus canciones, muestran ese lado oscuro del ser humano. La muerte y el sexo son los dos elementos que predominan en su obra. A continuación se reproduce una parte del poema “An American Prayer” (Una Oración Americana): Sabes cuán pálida y caprichosa llega la muerte en una hora extraña, no anunciada, no planeada como un atemorizante invitado demasiado afectuoso que has llevado a tu cama La muerte nos hace ángeles a todos y nos da alas donde teníamos hombros tan lisos como garras de cuervos No más dinero, no más atuendos elegantes el otro Reino parece por mucho el mejor hasta que su otra injuria revela el incesto y pierde su obediencia a una ley vegetal que no alcanzaré Prefiero un Festín de amigos que la familia gigante Regido por la frase de William Blake de “el camino de los excesos conduce al palacio de la sabiduría”, Morrison vivó siempre entre la delgada línea que divide la vida y la muerte. Su afición por las drogas, el sexo y el alcohol lo condujeron a ser una persona de difícil trato en muchas ocasiones, lo cual provocaba, entre los que lo rodeaban, algún tipo de resentimiento (como el caso del baterista John Densmore), pero a la vez resultaba un atractivo más de su personalidad, para aquellos que veían en él únicamente al rock star y no al ser humano. Quizá por estas características, al momento de su muerte, cuando avisaron al que fuera al manager del grupo como a sus compañeros, éstos pensaron que se trataba de una broma, pues conociendo la extremosa vida de Morrison no era extraño que en numerables ocasiones le inventaran muertes, ya fuera por sobredosis o por accidentes automovilísticos. De entre sus “travesuras” más célebres, se cuenta con aquel concierto en el bar angelino Whiskey A Go-Go, en los inicios del grupo, cuando en plena interpretación de la canción “The End” se le ocurrió agregar al texto la edípica frase de “father, I want to kill you; mother, I want to fuck you” (padre, te quiero matar; madre, quiero fornicarte). Tal ocurrencia les valió ser despedidos del entonces prestigiado foro, pero a la vez fue motivo de que siguieran llamando la atención de cada vez más público. En otra ocasión, cuando se presentaron por primera vez en el Ed Sullivan Show, el programa de más rating en la televisión estadounidense de los años 60, Sullivan mandó pedir al grupo que durante su actuación cambiaran una parte a la letra de la canción “Light My Fire”, pues consideraban que la frase “girl we couldn’t get much higher” (“nena, no podemos elevarnos más”, en donde la palabra “elevarnos” es utilizada haciendo referencia al uso de drogas) era muy “fuerte” para transmitirse en cadena nacional. A pesar de las advertencias, durante su presentación Morrison no sólo dijo la frase original, sino que la acentuó más al momento cantar. Sin embargo, la mayor “travesura” de Morrison, cuyas consecuencias, sin embargo, sí afectaron al grupo de forma definitiva, fue el 1 de marzo de 1969, durante un concierto en el Dinner Key Auditorium de Miami. En un estado de total ebriedad, en algún momento del concierto Morrison, aparentemente, expuso públicamente sus genitales e incitó a la audiencia a que alguien subiera al escenario a “amarlo”, y a que los restantes tuvieran sexo ahí mismo. A pesar de que nunca se pudo comprobar si realmente el “rey lagarto” expuso sus genitales, eso le costó un arresto con cargos de “comportamiento indecente y lascivo, exposición indecente, profanidad abierta y estado de ebriedad”. Tras eso, los conciertos de The Doors fueron prohibidos en muchas ciudades y su popularidad disminuyó en gran parte.
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