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La historia de Jim Morrison
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Julio 12, 2001 - 18:02
"El futuro es incierto y el final siempre está cerca", Jim Morrison

El rey lagarto

La madrugada del sábado 3 de julio de 1971, Jim Morrison se levantó de la cama de su departamento en París, diciéndole a Pamela Courson, su compañera sentimental, que no se sentía bien y que tomaría una ducha para relajarse; serían las dos de la mañana. Tres horas más tarde, al notar que Morrison no había regresado a la cama, Courson se dirigió al baño a buscarlo, en donde lo encontraría reposando en la tina, con sus brazos extendidos a los costados de ésta, su larga cabellera húmeda echada hacia atrás de su cabeza y en su rostro un reflejo de tranquilidad y una gran sonrisa, una escena aparentemente normal, excepto porque el cuerpo del “rey lagarto” yacía ya sin vida, a sus tan sólo 27 años de edad.

Era 1971, y para entonces el sueño utópico sesentero de paz y amor había terminado y la psicodelia había quedado atrás; para entonces, y en menos de dos años, otros tres iconos generacionales habían muerto sorpresivamente, también a los 27 años de edad: Brian Jones (2 de julio de 1969), Jimi Hendrix (18 de septiembre de 1970) y Janis Joplin (4 de octubre de 1970); para entonces The Beatles, en voz de Paul McCartney, habían anunciado su desintegración definitiva; para entonces, en junio, The Doors editaba su sexto disco de estudio, L.A. Woman, y su líder y cantante, Jim Morrison, partía a París en un viaje del que ya no regresaría.

La muerte de Jim Morrison, el “poeta del caos”, el “rey lagarto”, dio paso al nacimiento del mito y la leyenda de una de las figuras más representativas de la cultura popular estadounidense, de la contracultura de los años 60 y del prototipo del rock star en su máxima expresión: talentoso, atractivo, de radiante personalidad, amante de los excesos y, con su muerte a temprana edad, héroe juvenil mitificado tanto por la generación de los años 60 como de las venideras.

Treinta años han pasado y la figura de Morrison sigue siendo no sólo objeto de culto en el rock y sus huestes, sino también un rentable producto comercial que ya sea en libros, posters, fotografías, portadas de revistas o en reediciones de discos de The Doors sigue generando ganancias millonarias. Su clásica imagen con el torso desnudo, un delgado collar de piedrecillas rojas y blancas, la cabellera alborotada y su mirada profunda es tan popular como la imagen del Che Guevara o el símbolo del amor y la paz, en un fenómeno social que ha sido capaz de desafiar el tiempo, y que tres décadas después de su muerte sigue siendo motivo de recuerdo.


ENCIENDE MI FUEGO


Nacido en Melbourne, Florida el 8 de diciembre de 1943, Jim Morrison formó a The Doors en 1966 junto a Ray Manzarek (tecladista), John Densmore (baterista) y Robbie Krieger (guitarrista), en el condado de Venice Beach, California. Con un rock ácido, oscuro y espeso, con bases de jazz y blues, y textos que exponían el lado oscuro del alma humana, el grupo pronto se hizo de popularidad en la escena rockera de la costa oeste estadounidense (Los Ángeles y San Francisco), en donde contrastaba con el colorido y la ideología hippie de paz y amor que entonces pregonaban bandas como The Jefferson Airplane, The Greateful Dead y Love, entre otras.

Además de su potente y singular propuesta musical, The Doors se catapultó de inmediato gracias a la extrovertida personalidad de Morrison y a su imponente presencia, que igual era idolatrada por hombres -por su aspecto y actitud rebelde, revolucionaria e ilimitada en cualquier sentido- como por mujeres -por su físico atractivo, que lo convertía en un símbolo sexual que no existía desde Elvis Presley. La imagen de Morrison siempre estuvo relacionada de alguna manera con lo sexual, ya fuera por su figura, por su actitud o por sus letras.

Aficionado al cine (arte que estudió en la Universidad de California en Los Ángeles), a la filosofía (Friedrich Nietzche, William Blake) y a la poesía (Arthur Rimbaud, Charles Baudelaire), Morrison conjuntó estos gustos con la música para proyectarlos en sus canciones y sobre el escenario, creando una personalidad única que sería prototipo para muchos cantantes y rock stars en el futuro (Bono –U2-, Michael Hutchence -INXS-, Ian Astbury -The Cult-, Eddie Vedder –Pearl Jam, Scott Weiland -Stone Temple Pilots- Scott Stapp –Creed). Su voz, aunque no muy privilegiada, contaba con ese timbre grave que igual le permitía sonar introspectivo, provocador o seductor; igualmente, sus gemidos entre canciones o al final de estas son otro de sus sellos distintivos.

The Doors fue el escaparate de Morrison para convertirse en rock star y, tras su muerte, en leyenda. Con el grupo grabó los discos The Doors, Strange Days, Waiting for The Sun, The Soft Parade, Morrison Hotel, Absoletly Live y L.A. Woman. De entre sus canciones más destacadas se encuentran “Break on Through (To the Other Side)”, “The Crystal Ship”, “The End”, “Strange Days”, Moonlight Drive”, “When The Music is Over”, “The Unknown Soldier”, “Wild Child”, “Rodhouse Blues”, “Riders on The Storm” y “L.A. Woman”. Curiosamente, los temas de The Doors que alcanzaron los primeros lugares de las listas de popularidad no fueron escritos por Morrison sino por Robbie Krieger, como lo fueron “Light my Fire”, “Hello, I Love You” y “Touch Me”.


PASEO A LA LUZ DE LA LUNA


La poesía fue algo en lo que siempre estuvo vinculado Morrison. De hecho, su decisión de dejar a The Doors a principios de 1971 para irse a radicar a París fue en gran parte por el deseo de alejarse de su vida pública y de rock star y dedicarse a la poesía.

En su trayectoria con The Doors, gran parte de las canciones de Morrison incluían líneas poéticas, o en específicos casos eran poemas que los Doors restantes musicalizaban, como lo fue el caso de “Horse Latitudes” y “The Celebration of The Lizard”.

Pero también, a la par de su actividad con el grupo, Morrison editó dos libros de poesía: The Lords & The New Creatures (1970) y An American Prayer (1970), éste último del que Manzarek, Densmore y Krieger, posterior a la muerte de Morrison, retomaran algunos textos para musicalizarlos y editar un disco del mismo nombre.

La poesía de Morrison está llena de metáforas poco convencionales que proyectan vivencias personales o experiencias con alucinógenos, y de pasajes extraños que, al igual que sus canciones, muestran ese lado oscuro del ser humano. La muerte y el sexo son los dos elementos que predominan en su obra.

A continuación se reproduce una parte del poema “An American Prayer” (Una Oración Americana):

Sabes cuán pálida y caprichosa llega la muerte
en una hora extraña, no anunciada, no planeada
como un atemorizante invitado demasiado afectuoso
que has llevado a tu cama
La muerte nos hace ángeles a todos y nos da alas
donde teníamos hombros tan lisos como garras de cuervos
No más dinero, no más atuendos elegantes
el otro Reino parece por mucho el mejor
hasta que su otra injuria revela el incesto y
pierde su obediencia a una ley vegetal
que no alcanzaré
Prefiero un Festín de amigos
que la familia gigante



EL BLUES DEL CHAMÁN


Regido por la frase de William Blake de “el camino de los excesos conduce al palacio de la sabiduría”, Morrison vivó siempre entre la delgada línea que divide la vida y la muerte. Su afición por las drogas, el sexo y el alcohol lo condujeron a ser una persona de difícil trato en muchas ocasiones, lo cual provocaba, entre los que lo rodeaban, algún tipo de resentimiento (como el caso del baterista John Densmore), pero a la vez resultaba un atractivo más de su personalidad, para aquellos que veían en él únicamente al rock star y no al ser humano.

Quizá por estas características, al momento de su muerte, cuando avisaron al que fuera al manager del grupo como a sus compañeros, éstos pensaron que se trataba de una broma, pues conociendo la extremosa vida de Morrison no era extraño que en numerables ocasiones le inventaran muertes, ya fuera por sobredosis o por accidentes automovilísticos.

De entre sus “travesuras” más célebres, se cuenta con aquel concierto en el bar angelino Whiskey A Go-Go, en los inicios del grupo, cuando en plena interpretación de la canción “The End” se le ocurrió agregar al texto la edípica frase de “father, I want to kill you; mother, I want to fuck you” (padre, te quiero matar; madre, quiero fornicarte). Tal ocurrencia les valió ser despedidos del entonces prestigiado foro, pero a la vez fue motivo de que siguieran llamando la atención de cada vez más público.

En otra ocasión, cuando se presentaron por primera vez en el Ed Sullivan Show, el programa de más rating en la televisión estadounidense de los años 60, Sullivan mandó pedir al grupo que durante su actuación cambiaran una parte a la letra de la canción “Light My Fire”, pues consideraban que la frase “girl we couldn’t get much higher” (“nena, no podemos elevarnos más”, en donde la palabra “elevarnos” es utilizada haciendo referencia al uso de drogas) era muy “fuerte” para transmitirse en cadena nacional. A pesar de las advertencias, durante su presentación Morrison no sólo dijo la frase original, sino que la acentuó más al momento cantar.

Sin embargo, la mayor “travesura” de Morrison, cuyas consecuencias, sin embargo, sí afectaron al grupo de forma definitiva, fue el 1 de marzo de 1969, durante un concierto en el Dinner Key Auditorium de Miami. En un estado de total ebriedad, en algún momento del concierto Morrison, aparentemente, expuso públicamente sus genitales e incitó a la audiencia a que alguien subiera al escenario a “amarlo”, y a que los restantes tuvieran sexo ahí mismo. A pesar de que nunca se pudo comprobar si realmente el “rey lagarto” expuso sus genitales, eso le costó un arresto con cargos de “comportamiento indecente y lascivo, exposición indecente, profanidad abierta y estado de ebriedad”. Tras eso, los conciertos de The Doors fueron prohibidos en muchas ciudades y su popularidad disminuyó en gran parte.


EL FINAL



Como ocurre con toda personalidad célebre y controvertida, la historia de Jim Morrison no podía dejar de tener su capítulo que da nacimiento al mito, que en el caso del líder de The Doors surge al momento de su muerte.

La historia oficial señala que James Douglas Morrison falleció el 3 de julio de 1971 a causa de una "falla cardíaca" mientras se encontraba en la bañera de su departamento en París. Sin embargo, los sucesos previos y posteriores a su muerte nunca han sido completamente aclarados, por lo que, a 30 años de su deceso, siguen siendo motivo de suposiciones de todo tipo.

El mayor mito alrededor de la muerte de Morrison es que éste nunca falleció, sino que fingió su muerte para deshacerse por completo de su figura de rock star y personalidad pública para dedicarse por completo a la poesía desde el anonimato, y que actualmente estaría radicando en África o en Las Bahamas.

Esta creencia se basa en varios factores, como el hecho de que si bien Morrison murió el 3 de julio, su muerte fue dada a conocer de manera oficial cuatro días después de que ésta ocurriera. Más aún, la única persona que vio vivo por última vez a Morrison fue su novia Pamela Courson, quien lo descubrió muerto en la bañera, y ni siquiera Bill Siddons, manager del grupo, pudo ver el cadáver de Morrison a su arribo a Francia, luego de que Pamela le telefoneara anunciando la trágica noticia. También, al funeral del líder de The Doors en Peré La Chaise, acudieron únicamente cinco personas, Courson, Siddons y tres amistades que Morrison había hecho en París, reduciendo con esto el número de testigos que pudieran aportar más datos sobre su muerte.

Sin embargo, el autor Alex Constantine, en su libro The Covert War Against Rock (La Guerra Cubierta contra el Rock), sostiene una teoría diferente a la anterior. Para Constantine, la pregunta no es "¿sigue vivo Jim Morrison?", sino "¿quién mató a Jim Morrison?".

Al igual que la muerte de Morrison, Constantine relaciona el deceso de otros rockeros contemporáneos del “rey lagarto”, como Brian Jones y Jimi Hendrix, como parte de una conspiración del FBI y/o la CIA en contra de éstos, por considerarlos entonces como individuos peligrosos para el sistema, por su poder de convocatoria e influencia en la juventud.

En el caso de Morrison, el autor considera la posibilidad de que éste pudo haber sido asesinado por fuerzas de inteligencia francesas en conjunción con la CIA, inclusive con la complicidad de su novia Pamela, quien, curiosamente, moriría tres años después (el 24 de abril de 1974) a causa de una sobredosis de heroína.

Los motivos de la sospecha de Constantine son varios, como el hecho de que la muerte de Morrison nunca fue bien especificada , pues de acuerdo con el reporte forense se trató de una “falla cardíaca”, y no de un “ataque” o un “paro”, es decir, en el reporte oficial el corazón falló, simplemente. También, el Dr. Vasille, encargado de examinar el cadáver, reportó que encontró "un poco de sangre alrededor de las fosas nasales", lo cual indica que hubo una hemorragia, pero a la vez ésto es incongruente si se considera que murió por una falla cardiaca; por si fuera poco, los paramédicos de la Brigada de Bomberos local, quienes acudieron al llamado de Courson, reportaron que Morrison aún sonreía cuando lo encontraron, lo cual tampoco coincide con la causa oficial de muerte.

Otras sospechas de Constantine se basan en que antes de partir a París, el médico de cabecera de Morrison declaró a los medios que el cantante se encontraba en perfecto estado de salud; o que en su declaración a la policía parisina, Pamela aseguró que la noche anterior a su muerte, Morrison se encontraba “saludable y muy contento”; también el hecho de que no se le practicara ninguna autopsia...

La conclusión que sugiere Constantine es que Morrison fue asesinado, al haber sido dosificado con una dosis mortal de heroína inhalada, y que Pamela, una de las dos personas que pudieron aportar más datos al respecto (la otra, cita Constantine, es el doctor Vassille, quien, sin embargo, siempre ha declinado hacer comentario alguno respecto a la muerte de Morrison), fue también asesinada con una dosis mortal de heroína inyectada, aunque su muerte fue reportada como accidental por sobredosis.

Pero por sobre estos mitos y teorías, la vida y obra de Jim Morrison seguirá siendo recordada y perpetuada como una de las más intensas, prolíficas y atractivas que la historia del rock haya tenido jamás.


 


(F. esmas)

Por Noel Algara

 
 


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